RIVA PALACIO VICENTE

Vicente Riva Palacio (1832-1896)

Vicente Riva Palacio y Guerrero nació en la ciudad de México el 16 de octubre de 1832. Fue diputado en 1856 y 1861. Al año siguiente, cuando la guerra de intervención, armó por su cuenta una guerrilla para unirse al general Zaragoza, tomó parte en varias acciones militares. En 1863 fue nombrado gobernador del Estado de México y se estableció en Zitácuaro, plaza que al fin conservó contra el ataque de las fuerzas enemigas. En 1865 fue nombrado gobernador del estado de Michoacán, y a la
muerte del general Arteaga quedó como general en jefe del Ejército del Centro. Terminada la campaña de Michoacán entrega las tropas a su mando, y organiza una nueva brigada con la que, después de sitiar y tomar la ciudad de Toluca, participa en el sitio de Querétaro (1867).
Hombre de múltiples actividades y aptitudes, fue novelista, poeta, dramaturgo, historiador, crítico, orador, periodista, escritor satírico. Como poeta fueron famosos sus versos de combate que los liberales entonaban como canto de guerra. Su libro de poemas, Flores del alma, fue justamente celebrado. Los cuentos del general tal vez sea lo mejor de su obra narrativa.
Su espíritu mordaz y punzante bulle en las páginas de El ahuizote y muy singularmente en su "galería de contemporáneos" que publicó con el titulo de Los Ceros.
Hábil narrador folletinesco que inventó la imagen que tenemos de la colonia (Martín Garatuza, Los piratas del Golfo), autor teatral, cronista de la violencia mexicana (El libro rojo), historiador, (México a través de los siglos), prisionero de Tlaltelolco, ministro de Fomento que trajo el teléfono, "remodeló el paseo de la Reforma y desenterró a Palenque, representante de México en España, célebre en las tertulias madrileñas, dignificador de la narración breve como género artístico (Cuentos del general)... todo esto y más fue el inagotable Riva Palacio.
Tan vasta es su diversidad que aun dentro de la poesía, género al que consagra una parte mínima de su tiempo, presenta varias personalidades distintas: el poeta popular que da a los chinacos "Adiós, mamá Carlota", el canto de guerra con el que tomaron Querétaro en 1867, el nacionalista que en colaboración con Juan de Dios Peza escribe Tradiciones y leyendas mexicanas, el burlador literario que inventa una poetisa "Rosa Espino" y le adjudica un libro entero (Flores del alma) y en medio
de todo, el lírico que otorga a nuestra poesía dos de sus mejores sonetos: "Al viento" y "En el Escorial".

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