ÁLVAREZ DE TOLEDO GABRIEL
Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714)
Nacido en Sevilla en el año 1662, pasó su primera juventud entre galanteos y
calaveradas, hasta que descubrió el placer del estudio de las lenguas orientales
y europeas -latín, griego, inglés, alemán, francés, ...- , las ciencias
filosóficas y la teología. Gabriel Álvarez nació entre dos siglos, y junto al
poeta toledano Eugenio Gerardo Lobo y su editor, Torres Villaroel, puede
considerarse que escribieron la última página de la poesía barroca española;
hecho que se deja notar en su propia poesía, cuyas formas exigen una renovación
profunda, una savia nueva. Entre sus obras destacan la Historia de la Iglesia y
del Mundo, desde su creación al Diluvio, o su obra La Burrumaquia, además de su
poesía religiosa, cercana al misticismo teresiano.
Fue el primer Bibliotecario Mayor de la Librería Real los dos últimos años de su
vida, por delegación del cargo del director general de dicha biblioteca en esa
época, don Pedro Robinet. Así lo establecía el decreto de fundación de la
Biblioteca Real Española entre 1712 y 1761, definiendo que el director general
de dicha biblioteca debía ser, al mismo tiempo, confesor del Rey, lo que le
obligaba a delegar la dirección de los trabajos de Bibliotecario Mayor en otra
persona; en este caso en nuestro poeta Gabriel Álvarez de Toledo. Felipe V crea
la Biblioteca Real con un doble objetivo: fomentar el estudio entre sus súbditos
y reunir las bibliotecas de los nobles emigrados que luchaban en la Guerra de
Sucesión, en apoyo de Carlos de Austria. Se le asigna como sede el pasadizo que
une el Real Alcázar con el Monasterio de la Encarnación; Biblioteca Real que
pasó a ser Biblioteca Nacional a partir del año 1836
Gabriel Álvarez de Toledo también participó, como fundador, en otro de los
grandes acontecimientos culturales de la época: la fundación de la Real Academia
Española en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de
Villena, y con la aprobación de su constitución por Felipe V, el 3 de octubre de
1714, "para fijar las voces y vocablos de la lengua castellana, en su mayor
propiedad, elegancia y pureza".
Fue el primer académico que falleció tras la creación de la docta corporación,
ocurriendo este hecho en Madrid en el año 1714.