Federico Balart
A Remedios Bermúdez y Figuerola alias el Cardo montés
Aunque, brillante y lozana,
he admirado en Avilés
la rica flor asturiana,
pienso llegarme a Laviana
buscando un cardo montés:
Cardo que puro nació
del mar en la fresca orilla,
cardo que, ha un año, encontró
y que estudiar pretendió,
el botánico Mambrilla;
Cardo que, aun siendo espinoso,
no tiene pizca de feo;
cardo, en fin, maravilloso
que describir es forzoso,
porque no consta en Linneo.
Sin descender al detalle
de otras mil gracias que callo,
no he visto en monte ni en valle
planta de tan lindo talle...
Digo, de tan lindo tallo.
Penetrantes como abrojos
y dulces como panojas,
para dar al sol sonrojos
tiene este cardo dos ojos...
Es decir, tiene dos hojas.
Y si al hallarlo en las hazas
cualquier torpe agricultor
de cogerlo tiene trazas,
el cardo da calabazas;
¡pero de marca mayor!
Sabiendo que tal tributo
rinde en abundancia tanta,
por fuerza ha de ser muy bruto
el que, por tocar tal planta,
se arriesgue a coger tal fruto.
Nunca describió la ciencia
planta de tan bella flor
y tan exquisita esencia:
porque es su flor la inocencia
y es su perfume el pudor.
Al mirarlo, me contrista
ser ya tan viejo herbolario
para intentar su conquista.
¡Dichoso el naturalista
que lo recoja en su herbario!
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