Juvencio Valle
MIS MANOS
Adictas mías, leales compañeras,
abejas sabias en jardinerías,
obreras de la luz, escanciadoras
del vino que yo bebo, golondrinas
que desde el barro levantáis el vuelo.
Sé de vuestros disgustos, prisioneras;
cabe dentro de un guante vuestra vida,
os sentís reprimidas, sin arados,
sin sol sobre la piel, sin la delicia
del rocío del alba por los dedos.
Os sentís secas como los sarmientos,
Todas llenas de arrugas, rutinarias
entre una estúpida papelería,
autómata sin alma, herramientas
sin sangre, pobres mariposas muertas.
Cómo alcanzar la miel de la manzana,
cortar las amapolas escarlatas
o sujetar las crines explosivas;
cómo arañar el cielo con las uñas
o batir palmas en el agua fresca.
Ofendidas vivís. Es tan exiguo
Vuestro universo, pálidas amiga
y tan ancha la tierra que nos llama,
y tan inmensos los trabajos de Hércules
en que nosotros nos empeñaríamos.
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