Manuel Acuña
LÁGRIMAS
OVIDIO-ELEGÍAS III.
Aún era yo muy niño, cuando un día,
cogiendo mi cabeza entre sus manos
y llorando a la vez que me veía
¡Adiós! ¡Adiós! me dijo;
desde este instante un horizonte nuevo
se presenta a tus ojos;
vas a buscar la fuente
donde apagar la sed que te devora;
marcha... y cuando mañana
al mal que aún no conoces
ofrezca de tu llanto las primicias,
ten valor y esperanza,
anima el paso tardo,
y mientras llega de tu vuelta la hora,
ama un poco a tu padre que te adora,
y ten valor y ... marcha... yo te aguardo .
Así me dijo, y confundiendo en uno
su sollozo y el mío,
me dio un beso en la frente...
sus brazos me estrecharon...
y después a los pálidos reflejos
del sol que en el crepúsculo se hundía
sólo vi una ciudad que se perdía
con mi cuna y mis padres a lo lejos.
El viento de la noche
saturado de arrullos y de esencias,
soplaba en mi redor, tranquilo y dulce
como aliento de niño;
tal vez llevando en sus ligeras alas
con la tibia embriaguez de sus aromas,
el acento fugaz y enamorado
del silencioso beso de mi madre
sobre el blanco lecho abandonado...
Las campanas distantes repetían
el toque de oraciones... una estrella
apareció en el seno de una nube;
tras de mi oscura huella
la inmensidad se alzaba...
y haciendo estremecer el infinito
de mi dolor supremo con el grito;
¡Adiós, mi santo hogar , clamé llorando,
¡Adiós, hogar bendito,!
en cuyo seno viven los recuerdos
mas queridos de mi alma...
pedazo de ese azul en donde anidan
mis ilusiones cándidas de niño...
¡Quién sabe si mis ojos
no volverán a verte!...
¡Quien sabe si hoy te envío
el adiós de la muerte!...
Mas ...
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