Ramón López Velarde
EL VIEJO POZO
El viejo pozo de mi vieja casa
Sobre cuyo brocal mi infancia tantas veces
Se clavaba de codos, buscando el vaticinio
De la tortuga, o bien el iris de los peces,
Es un compendio de ilusión
Y de históricas pequeñeces.
Ni tortuga, ni pez; sólo el venero
Que mantiene su estrofa concéntrica en el agua
Y que dio fe del ósculo primero
Que por 1850 unió las bocas
De mi abuelo y mi abuela... ¡Recurso lisonjero
Con que los generosos hados
Dejan caer un galardón fragante
Encima de los desposados!
Besarse, en un remedo bíblico, junto al pozo,
Y que la boca amada trascienda a fresco gozo
De manantial, y que el amor se profundice,
En la pareja que lo siente,
Como el hondo venero providente...
En la pupila líquida del pozo
Espejábanse, en años remotos, los claveles
De una maceta; más la arquitectura
Ágil de las cabezas de dos o tres corceles,
Prófugos del corral; más la rama encorvada
De un durazno; y en época de mayor lejanía
También se retrataban en el pozo
Aquellas adorables señoras en que ardía
La devoción católica y la brasa de Eros;
Suaves antepasadas, cuyo pecho lucía
Descotado, y que iban, con tiesura y remilgo,
A entrecerrar los ojos a un palco a la zarzuela,
Con peinados de torre y con vertiginosas
peinetas de carey. Del teatro de la Vela
Perpetua, ya muy lisas y muy arrebujadas
En la negrura de sus mantos.
Evoco, todo trémulo, a estas antepasadas
Porque heredé de ellas el afán temerario
De mezclar tierra y cielo, afán que me ha metido
En tan graves aprietos en el confesionario.
En una mala noche de saqueo y de política
Que los beligerantes tuvieron como norma
Equivocar la fe con la rapiña, al grito
De ...
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