Juan Arolas
La Creación
Himno al supremo ser
De tinieblas y sombras rodeada
con un cetro de fúnebre tristura,
domina sobre el reino de la nada
una noche larguísima y oscura,
Sin ningún ser, color, ni movimiento,
sin voz, sin ningún eco ni sonido,
sin un soplo de vida ni un aliento
por el estéril ámbito de olvido.
Es un caos de horrores y de espanto
y solo vagar puede en ese abismo
aquel tres veces justo y también santo,
que fue en la eternidad, y será el mismo.
Lanza sobre esa noche soñolienta
su mirada de plácidos amores,
que toda la ilumina y trasparenta,
convirtiendo en cristales sus vapores;
y con velocidad la errante sombra
pasmada de una ley desconocida,
se oprime al replegarse, como alfombra
que en largo funeral se vio extendida.
Nace la virgen luz, reina brillante,
que ocupa un éter límpido y sereno,
con cetro y con diadema de diamante,
y abrocha con un sol su casto seno.
Y ese sol es gigante de grandeza,
es un joyel de amor y de alegría,
con que tu grande autor, Naturaleza,
marca de creación el primer día.
No gastarán tu joya inestimable
los siglos con el roce de sus alas,
su eterna juventud infatigable
será el mejor adorno de tus galas.
Solo cuando, tu término llegado,
quiera Dios que desmayes y sucumbas,
esqueleto de un sol todo eclipsado
te debe acompañar entre las tumbas.
Sobre tus vastos túmulos desiertos
será final antorcha, que apagada
dará un humo a tus sombras y a tus, muertos,
el humo primitivo de tu nada.
Reinan por el zafir de los espacios
mil globos y otros mil con un fin solo,
fanales de los célicos palacios,
que encienden doble llama en doble polo;
y aquel que los adorna y los produce
les marca ...
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