Humberto Garza
DILUVIO
Ayer fui con los curas de mi pueblo
a exorcizar el angustiado azogue
del misterioso rostro de tu espejo.
Se disfrazó la rosa con tu nombre,
en la frase más triste que han escrito
mis manos, al llegar la medianoche.
Subiste al barco donde duerme el trino
sin llevar la pareja necesaria,
y por cuarenta días no ha llovido.
El código nocturno es una araña
bajando por los húmedos cabellos
del sueño que alimenta nuestra patria.
En vano se refugia tu evangelio
en esa esquina fresca, como el agua.
¡No vale ningún encantamiento
contra el poder azul de la palabra!
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