Humberto Garza
NOCHE TRISTE
Muy quedamente ahora penetra en mis oídos
el rumor inasible de los que ya no están.
Hay en el patio un mundo de fantasmas caídos
de flores que se fueron y no regresarán.
Respiro agonizante, porque me siento triste;
me hostiga el centelleo de moribunda luz.
El trágico vigor, en escribir insiste;
con todo el fanatismo que se exhibió en Jesús.
¿Cuántas largas contiendas debe librar mi alma
en estos reinos grises carentes de pasión?
¿Cuántas sangrientas nubes han de alterar la calma
y dirigirme a un norte… que hiere al corazón?
Al entreabrir los ojos, el sueño se despuebla
de los álamos grandes que yo miré crecer.
Un arlequín desnudo camina entre la niebla
buscando el pentagrama que diseñó mi ser.
Verbo del verbo inmenso, nadie podrá encontrarte;
morirás en el pulso que otorga vida al mar.
Ha de marchar conmigo el milagro del arte
que ya a nadie preocupa por venir a buscar.
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