Vicente Barrantes
Baladas españolas
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A D. Antonio de Trueba
Perico el ciego
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Balada XVII
Cantan los ciegos,
¡y lloramos nosotros
que la luz vemos!
TRUEBA.- El libro de los cantares.
I
Las gentes
degeneradas
ya solo gustan de oír
historias desaliñadas,
o coplas desvergonzadas,
que en burlas hagan reír.
Cuentecillos de ladrones
y de mujeres perdidas;
romances y relaciones;
y las antiguas canciones
de nadie son oídas.
Y en vano el ciego se agarra
a su podrida guitarra,
y tañendo y punteando,
manos y voz se desgarra,
a todas horas cantando.
Buen patricio a su manera,
cantor de la hispana gloria,
le aflige y le desespera
que el pueblo olvide su historia,
y recordarla no quiera.
Nada moderno le agrada;
y habla y oye con desdén
a esta gente degradada,
que no le pregunta nada
del dos de Mayo y Bailén.
¡Pobre ciego! ¡Pobre Homero
de Cides y de Bernardos!
es español verdadero
y canta a españoles; pero,...
¡qué españoles tan bastardos!
Las blancas noches de estío,
cuando el pueblo vive y goza,
baja al Prado, baja al río,
y al pobre ciego, ¡Dios mío!
desdeña la gente moza.
Y en corro férvido y grato
rompiendo el aplauso apenas,
oye a otro ciego insensato
el vergonzoso relato
de mil historias obscenas.
Y más Perico se agarra
a su podrida guitarra,
y su perro fiel ahúlla,
y aunque su voz se desgarra
¡ay! la confunde la bulla.
Y al fin el sueño le agobia
sin tocar su seca mano
el busto de un rey cristiano,
que le diga en castellano:
-Hijo soy yo de Segovia.
-Y juntos el perro y él
a su bohardilla se van,
a partir, con mano fiel
negros mendrugos de pan,
más negros que su mantel.
II
El hambre es mal consejero
del hombre desesperado;
por culpa ...
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