Federico Balart
¡Antonio, por Dios!...
Mi fraternal amigo Antonio Grilo
Eres un monstruo, Antonio:
de ello dan tus acciones testimonio.
Como eres hombre rico,
te irás veraneando me lo explico
por Asturias, por Francia o por Italia,
y mientas tanto... mientras tanto, Amalia
me freirá reclamando su abanico.
¿Qué daré por calmante a sus enojos?
¿Le diré muy tranquilo,
sin que mentira tal me dé sonrojos,
que el divino poeta Antonio Grilo
en veinticuatro días bien contados
no supo hacer a sus serenos ojos
o a sus labios rosados
dos miserables versos pareados?
Responderá que miento; y yo a fe mía
lo mismo en su lugar respondería.
¿Le diré que su súplica desdeña,
ofendiendo a una dama,
por cosa tan pequeña,
quien tiene de galán tan justa fama?
Dirá que esa no cuela,
y que vaya a contárselo a mi abuela;
y ya ves tú que, de cumplir su encargo,
se me haría el camino un poco largo.
Lo que es verdad, aquí como en Briviesca,
es que, si al ver la niña tal desaire
se irrita, y se acalora, y arma gresca,
y espera refrescarse con el aire
de su pobre abanico... ¡ya está fresca!
Por Dios, querido Antonio,
considera que estoy con tu pereza
dado al mismo demonio.
¿Lo dudas, mala pieza?
Pues, de esta afirmación en testimonio,
porque no tomes lo que digo a broma
y comprendas que el hecho es positivo,
estos versos te escribo
sin borrar ni añadir punto ni coma:
y versos tan perversos es probado
obra han de ser de un hombre endemoniado.
Un beso a Magdalena,
un apretón de manos a Fuensanta,
a quien deseo el nimbo de una santa
¡y que tan buena esté como es de buena!
Y a ti, bribón tremendo,
a Dios nuestro Señor, con grave pena,
como ...
|
|
|
|
|
|