Julio Flórez
DESOLACIÓN
¡Cuántas vivas antorchas apagadas
en cuatro lustros de dolor apenas!
¡Cuántas flores fragantes deshojadas
del cauce de mi vida en las arenas!
Casi todos: mis padres, mis hermanos
y mis amigos, duermen so la tierra;
ya no siento el contacto de tus manos:
la sima de la tumba... los encierra.
De tus queridas y vibrantes bocas,
no escucho ya los íntimos consejos;
impasibles están como las rocas.
Mudos están, como los troncos viejos.
Ya no me miran sus brillantes ojos,
ni conocen mis últimos quebrantos;
amontonados yacen sus despojos,
en pobres y distintos camposantos.
Hoy no veo sus plácidas sonrisas,
ni sus semblantes cariñosos veo;
hoy tan sólo, en sus túmulos, las brisas
les repiten mi adiós... con su aleteo.
Hoy, de la tarde a las postreras luces,
cantan a solas funerarios dúos,
posados en los brazos de las cruces
que los resguardan los huraños búhos.
¿Pero, qué importa, si a pesar de todo,
esos muertos helados y cautivos
del terrenal y deleznable lodo,
por siempre están en mi memoria vivos?
Vivos están... Pues cuando al fin me siento
desfallecer en las contiendas rudas,
-¡Aquí estamos nosotros...! ¡Toma aliento!oigo que claman con sus voces mudas.
Y yo prosigo mi azarosa marcha;
la tempestad eriza mis cabellos;
no me importan ni el cierzo ni la escarcha:
mi triunfo sí porque es de ellos.
Y cuando baje hasta la cripta hueca,
hasta esa cripta a donde todos vamos,
ellos, al verme, exclamarán: ¡Eureka!
Ninguno queda allá: todos estamos.
...
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