La Maestra
Carlos R Mondaca
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He aquí la tierra prometida;
he aquí la gloria de la vida;
la victoria sin combatir.
He aquí el alba que no muere;
he aquí el estío que no hiere;
la paz heroica del vivir.
Es la montaña espiritual
en fuego todo el corazón;
es la alta cumbre consagrada,
bajo la nieve no tocada,
vestida de luna y de sol.
Madre del río y del torrente,
atalaya sobre el mar;
que se está dando eternamente,
inagotable y siempre igual.
He aquí los valles encendidos,
en el alba de su corazón;
he aquí los follajes floridos,
he aquí en los valles escondidos,
el trino alegre de los nidos,
y la emoción de la canción.
He aquí la tierra áspera y dura,
que se hace suave y maternal;
he aquí la mies que madura
por la piedad del manantial;
la mano hambrienta que recoge
bajo la enorme luz del sol;
y en la abundancia de la troje
el fuego de su corazón.
He aquí la ciudad sonora
en su febril actividad,
corazón de titán que llora
y que se quiere consolar;
y el perfil de chimenea
y el humo lento que se va,
fatigado como una idea
que no logramos realizar;
y el palacio, todo belleza,
gentil como una mujer,
y el suburbio, todo tristeza,
y la fatiga del taller;
En los tumultos de las gentes,
en la lucha sin compasión,
puso una luz bajo las frentes
la hoguera de su corazón.
He aquí los mares infinitos,
abiertos a todos los vientos;
y los fantasmas de granito
sobre los golfos soñolientos;
la nave en que va ilusión,
la vela que tiembla en el mar,
la playa dormida en su paz...
y alta, en la inmensidad,
la estrella de su corazón.
Es la montaña espiritual,
en fuego todo ...
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