Juan Antonio Massone
AUTORRETRATO DE MEDIO SIGLO
Se me dice mucho más de cuanto sabe retener
la arena de estas palabras.
Lo que una vez fui en la infancia
continuó toda la vida.
Soy indeciso borrador de una página nonata;
tránsfuga de obligaciones y tareas
con tal de olvidar disgustos y fatalidades.
Un desordenado a quien se le va la vida
en armonizar opuestos entusiasmos.
Alguien que distrae sus insomnios imaginando
atrevidas respuestas a situaciones embarazosas,
y al caminar repite poemas a la soledad o se entrega
a emociones pretéritas de melodías en las que pudiere
un alma recibir lo impronunciado.
Hombre de muchas admiraciones y ninguna idolatría.
Soy liviano de estómago si de adulaciones y rastreras
incondicionalidades se trata.
Me atengo a la imperfecta persona, no a la estadística.
La cordillera me dispensa brisas no dormidas
y todo celebra más años en mí desde pequeño.
Irremediablemente torpe en publicidad personal;
pero un astuto en disimular, en muchas labores,
la desidia.
De paciencia, muy escaso. Soy un viajero mental.
Entusiasta en el confiar y abanderado del a pesar de todo.
He aprendido que la libertad es primeramente interior
y se gana en cárdenos y riesgosos senderos.
Eludo palabras y dichos de moda como un acto
sagrado de compromiso con mi dignidad.
Pudoroso de involucrar a los demás en algo mío
y un buscador de silencio para congeniarme.
Experto en lo ajeno, aunque endeble compañía;
quizás alguien que no ha aprendido sino a estar solo.
Temeroso del tedio más que del sufrimiento o el olvido;
recelo de felicidades obligatorias
y de juramentos emotivos de circunstancias.
Caleidoscopio de memorias, de penas y de ensueños;
reconocido de alegrías y de amistades generosas.
Un hombre que, en la mujer, celebra el convencimiento
más alto de vivir este universo.
Sobre todo, alguien a quien apenas ...
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