RENÉE FERRER
ACEPTACIÓN
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Un bostezo perfora la calma planetaria
pronunciando mi nombre;
cierta fuerza retinta succiona mi cuerpo,
se abanica con el negativo de mis gestos,
devorando la miga que se horneó en mis pupilas.
Me someto a sus giros
como un velamen tardío a la soberbia del viento
que baila en puntas de pie.
El orbe,
la vía láctea,
los inexistentes confines,
vertiginosamente me persiguen;
una explosión escarlata anonada mis tímpanos
y pierdo la encrucijada donde moro;
un ojo incandescente me golpea
como una hoja en blanco
donde se hubiera escrito el último adiós.
Todo es púrpura en mi entorno,
furiosamente sangre;
un cántico violeta se expande
atorándose de confituras perversas;
reincido,
y es la luz,
la roja luz que todo lo ensombrece.
Cierta jauría de girasoles apedrea
el caldero de mis órbitas.
Indago en las contradicciones,
en el anaquel de las argucias;
la lucidez me tiende una mano aterradora;
los sucesos, entre tanto, se sacan la ropa;
convengo en las respuestas incorrectas:
accedo a ser.
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