Humberto Garza
NUEVO NAZARENO
De haberme levantado aquellos días
cuando mi pluma se negó a la calma,
y era capaz de ver las melodías
brotar del aire y abrazar mi alma.
Hubiese abierto la embrujada cueva
con esa llave que me dio la fiebre,
y otro Jesús con Esperanza Nueva
hubiera sonreído en el pesebre.
No pudo suceder; pero respira
aún la tempestad en la quimera.
Sobre las siete cuerdas de mi lira
juega una brisa alegre y dominguera.
El aire duerme tras aquellas casas,
y el monstruo, que hospeda la bahía,
expele mariposas como brasas
que empiezan a incendiar un nuevo día.
Los que vendrán por el camino viejo
destruyendo accidentes de la historia,
traerán el Estandarte del Consejo
sobre caballos rojos de la gloria.
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