RENÉE FERRER
CAMPO DE BATALLA
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Solamente élitros sobre los párpados,
tampoco antenas,
más bien ecos retumbando en la sordera
y una mano de espuma en mi mejilla;
el vino apaga la lámpara
extendiendo un edredón de luz sobre mis piernas,
una lagartija me reinventa la espalda
quedándose en un extremo,
sorprendida.
El sol se asoma a mis pestañas a comprobar si
duermo,
se me caen los ojos por el suelo
-balitas de vigilia ruedan, ruedanno quiero mar ni cielo,
ni qué decir contentamiento;
arrojé las bellas palabras al caldero
donde hierve mi cerebro.
-Gramilla y mentavocablos rescatados a la tarde,
santo y seña.
Mi corazón se puso una pañoleta encendida
para atravesar el invierno;
cierta multitud se agolpa en la repisa del baño
donde un ángel de yeso se persigna;
un vestido ha quedado con mi forma
vagando por los pasillos.
El viento en el cedazo de mis dedos,
el viento deja residuos de tiempo entre mis dedos;
el ayer es un confite espolvoreado de recuerdos.
Me voy quedando sin tiempo
-sombraluz entre los dedos-;
un agua sube a estancarse entre mis costillas:
¿Es ésta la posada del corazón,
el campo donde perdí la batalla?
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