ANGELICA JAQUE ILIANA HERRERA
ACACIAS
Y aquí están
nuevamente las acacias
justo en esta primavera
extraña, asustada e incierta,
donde el mundo huele a guerra.
Se me reaparecieron
con sus aspecto abatido ,
sus troncos torcidos como la vida,
rugosos como mi piel,
despertando recuerdos,
removiéndome el alma
y dibujando una sonrisa
con una pizca de nostalgia.
Ecos de la infancia
con mi calle poblada
de sus ramas tristes
cargadas de racimos blancos
que se desgranaban
como estrellas sobre las veredas.
Con hojas dispuestas a responder
si el último amor de ese octubre
“nos quiso mucho, poquito o nada”,
y sus ramas desordenadas
que atrapaban los volantines
que al celeste cielo les robaba.
Ahora ya no están en esa calle,
... se fueron,
junto con los viejos vecinos,
Don Nacho con sus copas a cuestas,
Don Mario y su banca de charla,
Doña Chela y su puñado de chismes ,
Don Arístides y su tabaco de marca
y tantos otros, que alguien
se llevó, de esa calle ahora gris,
junto con las acacias.
Y hoy se me aparecieron
como un dulce fantasma,
para recordarme que aún existe
esperanza de ramas blancas
para tener alegrías simples.
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